Esta es la preboda que nunca iba a pasar. Te lo digo en serio. La primera vez que hablé con María e Iñigo me dejaron claro que ellos ‘no eran de fotos’ y que la preboda, por muy de regalo que fuera, simplemente no era de su interés. Ellos solo querían sacarse las fotos ‘obligatorias’ el día de la boda. Bueno, bien, yo tampoco obligo a nadie. Quedamos un día para tomar algo y firmar el contrato e ir conociéndonos un poco más. Pues no exagero cuando digo que a los 15 minutos de marcharme tenía un WhatsApp de María que decía “Iñigo dice que se anima a la preboda, pero que no promete resultados.” ¡Perfecto! Así que se me ocurrió distraerle de su evidente tortura con un pequeño incentive. Después de hacer unas fotos más tradicionales y románticas terminaríamos la sesión con una guerra de polvos de colores. Estos tan tradicionales en el festival Holi de la india. Les avisé que mejor compraban algo básico en el Primark, que yo no prometo que luego se quiten las manchas. En fin… lo prometido es deuda y esta se convirtió en una de mis sesiones favoritas de ese año. Recuerdo que cuando fui a casa tuve que quitarle pegotes de color a las cintas de la cámara, mochila, etc.… pero mereció la pena. Al día siguiente tenía un WhatsApp de María que decía que en la ducha habían flipado con todos los colores que iban saliendo por donde fuera que pasaban la alcachofa y que les dio un ataque de risa. En fin… una experiencia única. Por cierto, al final les gustaron tanto las fotos que las usaron para los recordatorios de la boda. ‘De nada!’ 😉